Traducción de: Feliu Formosa
Fecha original de publicación: 1925
LA AMBIGUIDAD DE LO COTIDIANO. Kafka, en El proceso, no se aleja de la naturalidad. Juega, oscura y magistralmente, con la cotidianeidad ─lo más natural del mundo─ sin salirse de sus límites. ‹‹Hay obras››, decía Camus, ‹‹en las cuales el acontecimiento parece natural para el lector. Pero hay otras (más raras, es cierto) en las que es el personaje quien encuentra natural lo que le sucede. Por una paradoja singular pero evidente, cuanto más extraordinarias serán las aventuras del personaje, más sensible resultará la naturalidad de la narración: es proporcional a la diferencia que puede sentirse entra la extrañeza de una vida de hombre y la simplicidad con la que este la acepta››. Y éste es el caso de El proceso, lo que hace la obra desconcertante. K., a diferencia del lector, tolera como natural todo lo que le sucede. Puede que no sea lo más corriente del mundo que una mañana té despiertes y tengas dos miembros de un Tribunal que vienen a arrestarte y, que además, K., el presunto acusado, se vaya con ellos. Pero Kafka lo narra como una cosa natural; que puede pasar una mañana cualquiera.
Precisamente en esta ambigüedad, entre lo que parece natural y lo que en realidad no lo es, es donde se encuentra el arte de Kafka.
Hay un momento ─para mi crucial─ en el que K. va al Tribunal un domingo: está citado para un interrogatorio. Al llegar, una mujer, le informa de que no hay sesión, que se anulado. No obstante, K., habla con la mujer y acaba, al terminar de hablar con ella, paseando con un ordenanza. Éste le lleva a hacer una vuelta por las instalaciones del Tribunal y llegan a la sala de espera:
“Era un largo corredor con una serie de puertas mal acabadas, que daban acceso a las distintas oficinas de la buhardilla. Aunque no había ninguna abertura por donde entrase directamente la luz, tampoco era completa la oscuridad, porque algunas secciones no estaban separadas del corredor por puertas de una sola tabla, sino simplemente por rejas de madera que, por otra parte, llegaban hasta el techo; a través de ella entraba un poco de luz y, además, se podía ver algunos funcionarios que estaban escribiendo, sentados a sus mesas, o que permanecían de pie junto a las rejas y miraban por las rendijas a la gente que esperaba en el corredor. Seguramente por ser domingo, en el corredor había poca gente”. (El proceso, Kafka)
¿Y no es este corredor, descrito de manera tan normal, la condición que quiere explicar Kafka? Este proceso constante, estas miradas que te juzgan, esas palabras que no escuchas pero que sabes que se han dicho ¿No es la condición de K. ─la condición de la vida de un hombre cualquiera─ la de esperar en una sala de espera? ¿No es este corredor, el corredor de la vida? Un sitio donde no se ve bien, con una luz que entra, pero sin ser excesiva: solamente lo suficiente para ver por dónde vas, pero no para ver con claridad ni con firmeza; para saber que estás vivo, pero no para librarte de la angustia del proceso que acompaña el vivir. ¿No adquiere esta sala de espera, este corredor, con la luz, con las puertas y las rejas, con los funcionarios, con las salas, con la gente escribiendo, un valor simbólico? ¿ Una atmosfera extraña? ¿Un valor que va más allá de lo qué aparentemente es? Y sólo faltaba un final así para el fragmento: ‹‹ Seguramente por ser domingo, en el corredor había poca gente››. El ejemplo más claro de la ambigüedad kafkiana. Hace un momento te está describiendo algo terrorífico (la condición inevitable de ser procesado) y ahora, disimulando, haciendo ver que no hablaba de eso, termina como si le preocupara el hecho de que por ser domingo había poca gente. Es por eso que se dice que el arte de Kafka reside en la ambigüedad. Siempre hay más de una alternativa interpretativa a la hora de leerlo. Y esto, obliga a la relectura. Podría ser que sí, que nos explique cómo K. ve el corredor, o puede ser que no, que nos esté explicando algo mucho más profundo, algo mucho más simbólico.
En todo caso Kafka, con este baile de ambigüedades, con este pilla pilla entre el significado simbólico y el significado cotidiano, esconde una magia particular: su mundo aparte dentro del mundo de todos.
Vemos así, que, como dice Camus:
“El secreto de Kafka reside en esta ambigüedad fundamental. Estas oscilaciones perpetuas entre lo natural y lo extraordinario, el individuo y lo universal, lo trágico y lo cotidiano, lo absurdo y lo lógico, vuelven a encontrarse en toda su obra y le dan a su vez su resonancia y su significación.”
Albert Camus, “La esperanza y lo absurdo en la obra de Franz Kafka” en El mito de Sísifo
No es de extrañar pues, que K. sea para Camus un personaje absurdo. Tampoco lo es el hecho de que Camus en su novela El extranjero, presente un protagonista, Meursault, al que acaban condenado a muerte, como a K., que antes de morir se limita a decir: “Como un perro”. Frase a la que el narrador sólo añade: “Era como si la vergüenza hubiese de sobrevivirle”.
LENGUAJE, ESTILO Y HUMOR KAFKIANO. La historia que se nos presenta está narrada en tercera persona. Es la historia de Joseph K., o de K. a secas. Que no es Kafka, pero que lo es sin serlo. El lenguaje es afilado y preciso. “Las palabras siempre tienen que estar precisa y firmemente limitadas, o de lo contrario podríamos caer en abismos insospechados. En un lugar de ascender por lisos escalones, podríamos hundirnos en lodos y arenas amorfas” dicen que escribió Kafka a Gustav Janouch. Y el narrador de El proceso ─que, igual que Kafka, somos nosotros sin serlo─ usa las palabras con esta precisión; filtrando, como es típico en Kafka, el estilo directo (fragmentos de diálogo) sin romper el ritmo narrativo. Y también, en medio de estas extrañas cosas que nos explica, con las que desborda la naturaleza del relato, y con las que traza una vigorosa metáfora de la condición del hombre moderno, se encuentran esas pequeñas dosis de humor kafkiano. Por ejemplo, al salir del corredor en el que K. se sentía muy mareado, sin saber ─curiosamente─ por qué, escribe Kafka: “K. permaneció quieto unos instantes, se arregló el pelo con ayuda de un espejo de bolsillo, recogió su sombrero […]”. Como si después de todo, a K., sólo le preocupara su pelo y llevarlo bien peinado. ‹‹Lo kafkiano››, dice Kundera refiriéndose a lo cómico en Kafka, ‹‹nos conduce al interior, a las entrañas dela broma, a lo horrible de lo cómico››.
EL PROCESO. Joseph K. nunca está del todo sólo; hecho que corrobora la idea principal del libro: la inevitable condición del hombre a ser procesado. Lo vemos en: 1) que viva en una habitación alquilada des de la que oye el ruido de otra gente y des de la que tiene que vigilar para no molestar; 2) que al salir de la casa de un pintor abra una puerta y se encuentre con una oficinadel tribunal; 3) que, mientras lo arrestan, le observen des de la ventana dos ancianos con cara de curiosidad; 4) que, cuando va a la catedral, el sacerdote sepa su nombre y este al caso de su proceso; 5) que, las habitaciones y los muebles, den sensación deasfixia y de opresión; 6) que uno de los guardianes que lo arrestan al principiose llamé Franz… Muchos detalles, pequeños, casi minúsculos, se esconden en el relato que rodea a K. Porqué K. está, de hecho, rodeado. Siempre. De manera visible o invisible. Siempre, ininterrumpidamente. Hasta al final. Porqué, luchar con este inmenso organismo judicial (el mundo), que se encuentra dentro y fuera, allí y aquí, arriba y abajo, en los ojos y en los gestos, es difícil. Casi imposible.
“Intentar darse cuenta de que aquel inmenso organismo judicial se encuentra, en cierto modo, en una posición eternamente vacilante, y de que, si uno cambia algo por su cuenta y desde su puesto, la tierra desaparece bajo sus pies y él mismo puede despeñarse, mientras que al gran organismo le resulta fácil encontrarotro lugar en sí mismo ─puesto que todo guarda relación─ para reparar la pequeña alteración, efectuando las sustituciones necesarias y permaneciendo inalterable, si no resulta que todo se vuelve, cosa aún más probable, mucho más cerrado, más vigilante, más rígido, más maligno.” (El proceso, Kafka)