Analítico
y cuestionándose hasta el último detalle, Ernesto Sábato nos presenta la
historia de cómo Juan Pablo Castel asesinó a María Iribarne. En la novela,
cargada de un detallismo obsesivo, nada es en vano y nada sobra sin segundas
intenciones. Pablo Castel, pintor solitario, nos explica, con una estructura casi
policial y con un punto de vista al estilo detectivesco, sus entramados
mentales, sus preocupaciones y sus motivaciones, para finalmente, matar el
único ser que entendía su pintura: María Iribarne.
Acompañado
de altas dosis existencialistas, desguarnecido de palabras innecesarias, y con
un punto, casi inasible, de ironía y de la crueldad que la acompaña, el autor
logra desnudar algunas de las fingidas actitudes humanas.
La soledad y la
incomprensión son latentes a lo largo del texto. Y a pesar de que se nos presentan momentos con más luz que otros, aunque a veces parece divisarse en el fondo, tenuemente,
una luz al final del túnel, no se logra iluminar si no un cuerpo flaco,
desgastado, con los ojos hundidos, en medio de un taller, al frente de una
tela, y con un pincel temblando intentando pintar.
Entre medio de esta avalancha de imágenes y de pistas que se retoman, el amor que Castel creía sentir por María va degradándose lentamente, dando paso al dolor causado por la imposibilidad de unirse y a la frustración que esto conlleva. La vuelta a la soledad, a la incomprensión, al túnel, oscuro y solitario, se presenta más dolorosa que al principio.
El túnel busca ser un relato real, un conjunto de palabras, que buscan la verdad detrás del
humo que envuelve las cosas, que trastorna, que hiere, que quema, y que deja
ver, nuevamente, el caos que nos oprime des de dentro.
"[…] en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario:
el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi
vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra
yo había visto a esa muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro
túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo
sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por
curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de
mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi
cuadro."
Y leyendo esta novela, uno se da cuenta que el detective y el asesino son la misma persona. Personajes encerrados en un mismo túnel.
El túnel
de Ernesto Sabato
Data original de publicació: 1948
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